AFORISTAS: Petra Kant: Cincuenta y cinco en pie

En AFORISTAS invitamos a quienes enviaron sus 55 aforismos a otras convocatorias públicas a que nos hagan llegar sus obras. Que no recibieran la atención que sus autores esperaban no significa que deban seguir permaneciendo inéditas... ¿La única condición? Que la identidad de quien los dio a luz continúe en la sombra.

Título de la obra: CINCUENTA Y CINCO EN PIE

Autor (pseudónimo): PETRA KANT

UNO no sabe de lo que es capaz, hasta que comprueba que no lo es.

DOS ojos ven más que uno. Cuatro más que dos. Ocho más que cuatro. A partir de dieciséis, empieza la ceguera gradual.

“TRES en uno”. La teología tiene algo de mecánica celeste.

CUATRO puntos suspensivos: los clásicos más el definitivo.

CINCO lobitos cría el poderoso, uno para cada uno de nuestros sentidos.

SEIS: nueve sentado.

SIETE vidas tiene un gato. Todas simultáneas.

OCHO: el infinito en un trazo.

NUEVE: la prueba que nada demuestra porque todo lo resuelve.

DIEZ mandamientos: uno por dedo acusador.

ONCE: el uno tras empinar el codo.

DOCE discípulos y solo una al pie de la cruz. ¿No es decepcionante?

TRECE es, para los endemoniados, el número de la buena mala suerte.

CATORCE de abril: el día en que advino lo que nadie esperaba y se proclamó lo que estaba cantado.

QUINCE años tenía mi amor hace quince veces dos.

DIECISÉIS botellas se estremecen sobre la mesa coja. Ni una se tambalea.

DIECISIETE veces te repetí que no iba a volver a decirte te quiero, hasta que lo dije la

DIECIOCHO: ¿qué quieres? No tengo palabra.

DIECIENUEVE: un viejo con su nuevo bastón.

VEINTE velas apagué el día antes en que se iluminó mi vida: al siguiente, abrí la puerta de atrás y salí a campo abierto.

VEINTIUNO es un número viejuno, pero solo por la rima.

VEINTIDÓS años teníamos los dos cuando me tropecé con tu rostro mullido y tu risa empezó a arder.

VEINTITRÉS al celebrar nuestro primer aniversario juntos.

VEINTICUATRO cuando ya nos dábamos la espalda al dormir en la misma cama.

VEINTICINCO es un aniversario-rubicón: cuando se cruza, ya no debería haber vuelta atrás. Aunque casi siempre la haya.

VEINTISEIS sorpresas amontonadas no abultan tanto como una detrás de otra.

VEINTISIETE, ¡vete! No te soporto.

VEINTIOCHO de diciembre, fun! fun! fun! (vocifera el infanticida).

VEINTINUEVE gatos son definitivamente demasiados, por muy sola que estés.

TREINTA días tienen los meses faustos,

TREINTA Y UNO los infaustos. ¿O era al revés?

TREINTA Y DOS vueltas y revueltas, y para encontrarte tuve que dar la

TREINTA Y TRES, la edad de Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero, cuando empezó a ser Cristo, el redentor de la doliente humanidad.

TREINTA Y CUATRO nunca jamás no pesan ni la mitad que un único puede ser.

TREINTA Y CINCO: contigo, cuánto ahínco.

TREINTA Y SEIS no es únicamente el número que sigue al treinta y cinco y precede al

TREINTA SIETE. A menos que seas incapaz de licuarlo como merece.

TREINTA Y OCHO alegres púas luce el cactus, y una sola frustración.

TREINTA Y NUEVE líneas tenía la carta que te escribí diciéndote que te añoraba, cuatro la que no.

CUARENTA días, cuarenta semanas, cuarenta años... Cualquier confinamiento impuesto te deja en la boca cierto regusto a eternidad.

CUARENTA Y UNO y otro y otro. Una crisis que insiste tanto no merece morir.

¡CUARENTA Y DOS años! ¿Quién iba a decirme a mí que, tan senil, tú ibas a hacerme nacer?

CUARENTA Y TRES vidas no valen lo que la tú me has permitido conocer, hija mía.

CUARENTA Y CUATRO motivos para seguir en pie y ni uno solo para no hacerlo. Si no es esto la madurez, se le debe parecer mucho.

CUARENTA Y CINCO líneas ya, ¿y aún no has cantado bingo? Repasa su contabilidad.

CUARENTA Y SEIS metros de seda blanca no compensan lo que un solo milímetro de esparto negro. (Lo tengo en mente antes de perder por enésima vez los nervios...)

CUARENTA Y SIETE horas: desde fuera, un instante; desde dentro, una eternidad... bien gestionadas, quizás varias.

CUARENTA Y OCHO caminos, y ¡quién iba a sosprecharlo! Todos confluyen en ti.

CUARENTA Y NUEVE palos de ciego pueden bastar y sobrar para romper la piñata que lleva toda la vida suspendida sobre tu cabeza.

CINCUENTA, ¿ya? ¡Medio siglo, nada menos! Pero, gracias a Dios, puede decir que no ha pasado en un suspiro...

CINCUENTA Y (ni) UNO (menos): ese fue el plazo que me fue otorgado para refutar la importancia de la cantidad. Y, ¡por Tutatis! Creo que lo he logrado.

CINCUENTA Y DOS, y ningún final a la vista. Eso ocurre cuando siempre estás empezando, como quien ahuyenta a la muerte.

CINCUENTA Y TRES aforismos como cincuenta y tres novelas completas. Todo depende de la intensidad con que se lean...

CINCUENTA Y CUATRO: pronto podré trazar (a ciegas) mi autorretrato.

CINCUENTA Y CINCO: ¡telón!

(Da capo)